domingo, 31 de enero de 2016

Yebkowski (FESPROSA) en Clarín > SOS pediatras: casi no hay en los hospitales públicos >

http://www.clarin.com/sociedad/SOS-pediatras-hospitales-publicos_0_1513648946.html

SOS pediatras: casi no hay en los hospitales públicos

Un sistema en crisis
La profesión se “feminizó”. Y por los bajos sueldos y la violencia, las médicas migran al sector privado o eligen otras especialidades. Algunos servicios cerraron por la falta de personal.

Margarita Araya pasó 8 años estudiando Medicina, 4 años haciendo la residencia para ser pediatra y otros 2 años estudiando para ser especialista en Neonatología. Si ser médico siguiera siendo una profesión de prestigio, segura y de buen salario, Margarita –a poco de cumplir 50 años– debería estar tranquila. Pero no: es martes y está sola, completamente sola, haciendo la guardia en el Hospital Fiorito, en Avellaneda. En cualquier momento puede pasar lo que ya pasó: un bebé grave en un piso, otro recién nacido que no respira en otro piso, una sola Margarita. Tampoco es que cuando termine las 24 horas de guardia se olvidará de todo –de los padres que agreden, de que hay días en los que hace 36 horas corridas de guardia–: cuando salga deberá completar su sueldo trabajando en una clínica privada. Lo que le pasa a Margarita no es una historia excepcional: es una historia que explica por qué ya nadie quiere ser pediatra ni neonatólogo en un hospital público. 
“Es un problema complejo que empezó hace varios años. Hoy, aproximadamente el 70% de los que se reciben de médicos son mujeres. La feminización de la profesión está haciendo que las especialidades que requieren largos viajes, atender emergencias, hacer 24 horas de guardia y en ambientes violentos estén siendo esquivadas”, explica Jorge Yabkowski, presidente de la Federación Sindical de Profesionales de la Salud de Argentina. Y sigue: “Imaginemos una mujer de 35 años que, para ser pediatra en el sistema público, tiene que hacer guardias en González Catán un domingo. Su pensamiento es éste: tardo horas en llegar, el sueldo no es bueno y los padres agreden,   muchas veces físicamente, porque quieren que atiendas primero a su hijo. Además, a veces tenemos que llevar lavandina porque los baños son lamentables, el estrés laboral es altísimo y encima tengo que pagarle a alguien para que cuide a mis hijos. Conclusión: o vas a trabajar a un consultorio privado o en vez de estudiar pediatría, te dedicás a la oftalmología o la dermatología”.
El resultado es evidente: el servicio de pediatría del Hospital Bocalandro –que fue inaugurado como “materno infantil”– está cerrado. Lo mismo pasa en el Hospital de González Catán. Hay problemas en pediatría en el Oñativia y la neonatología del Hospital Fiorito está cerrada. En el Fiorito, además, no hay guardia de neo ni miércoles ni viernes ni sábado. “O sea, si uno de esos días llega una embarazada de urgencia pariendo un bebé prematuro, ese chico se muere”, dice Margarita. Acá, debería haber recién nacidos, pero sólo hay incubadoras y respiradores apilados. Y deberían oírse llantos, pero sólo se oye el eco de Margarita en un pabellón vacío. 
Jorge Gilardi, obstetra y presidente de la Asociación de Médicos Municipales, agrega: “Una de las razones de la feminización de la profesión es el bajo sueldo: muchos varones se niegan a hacer pediatría porque hay otras especialidades más rentables. El déficit se explica por los bajos sueldos, por mandatos sociales que aún existen –a la mujer le dicen ‘cuidate, qué vas a estar haciendo guardia ahí’–, y eso se debe a la violencia que vive el equipo de salud en el hospital público. Entonces, muchos se van al sistema privado no sólo por la diferencia económica sino por la diferencia en las condiciones de trabajo: lo que buscan es un lugar donde tengan seguridad, insumos, tecnología, estructura edilicia. Entonces, el déficit de neonatólogos y pediatras ya es un problema de salud pública que necesita urgente políticas de salud pública”.  Como ganan poco, el multiempleo –los llamados “pediatras taxi”, que van y vienen entre lo público y lo privado– suma otro elemento a un combo asfixiante. El problema es tan grave que hasta la Sociedad Argentina de Pediatría y Unicef se ocuparon del tema. La encuesta que hicieron a 1.000 profesionales mostró que 7 de cada 10 pediatras trabajan en 2, 3 o más lugares. 
Cae el sol y Margarita se despide. Y dice una frase al pasar que muestra en su propia historia (ver aparte) cómo aquel orgullo de “M’hijo el dotor” se ha ido diluyendo: “Este año mi hija tenía que elegir qué estudiar. Por suerte no quiere ser pediatra”. 
Testimonios
26 01 2016 - La doctora Margarita Araya posa para la camara esta tarde en la sala de partos y recepcion del Hospital Pedro Fiorito de Avellaneda, en Provincia de Buenos Aires, Argentina. FOTO PEDRO LAZARO FERNANDEZ - FTP CLARIN - MargaritaPLF_0920.JPG - Z FTP Invitado - INVITADO avellaneda doctora Margarita Araya Hospital Pedro Fiorito de Avellaneda medica sala neonatologia remodelacion y construccion nuevas redes cloacales
Dra. Araya: "Si no voy, no atiende nadie”
Hija de una ama de casa y de un obrero metalúrgico, a Margarita Araya estudiar Medicina no le resultó fácil. Hacer dos especialidades, menos. Desde hace 16 años, trabaja en el Hospital Fiorito. Gana 14.000 pesos. Alquila.  “Estoy obligada a andar con el bolsito de guardia en guardia para poder arrimar a un sueldo decente”, cuenta a Clarín.  El sueldo no es el único problema. Neonatología es considerada una de las especialidades con mayor estrés laboral y en su caso se suma que, como el servicio está cerrado desde octubre y no alcanzan los médicos para hacer las guardias, las cubren los que quedaron, como pueden. “Por la falta de neonatólogos a veces nos vemos obligados a hacer 36 horas consecutivas de guardia. He venido a trabajar enferma, he dejado a mis hijos cuando estaban enfermos, porque pienso: si no voy, no hay nadie que atienda a la gente”, dice. Hace cosa de un año, Margarita estaba de guardia sola. Estaba drenando a un bebé muy grave, con un neumotórax, y la llamaron por teléfono. Arriba, en la sala de partos, acababa de nacer un bebé y no respiraba. “Imaginate mis coronarias en ese momento. ¿Qué hago? ¿Qué decido? No puedo estar en dos lugares al mismo tiempo”, recuerda.  “A eso se suma trabajar en las condiciones que está el hospital público, la falta de insumos, y la violencia. Si tengo que atender sola tengo que poner prioridades y el padre que vino con su bebé con un moquito tal vez me tiene que esperar cuatro horas. Y muchas veces se ponen muy agresivos. Yo no tengo la culpa y ellos tampoco”.
¿Por qué se queda, entonces? “Porque soy una defensora de la salud pública, pero necesitamos que mejoren las condiciones para que se reabra el servicio. Yo sigo trabajando acá a un costo muy alto. Antes era un prestigio ser médico y hacer carrera en el hospital público, ahora no. Es lógico que ya nadie quiera venir a trabajar así”. 
27-01-2016
Falta de pediatras en el Hospital Bocalandro , en Loma Hermosa
Testimonios de Monica Medina y Paola Gattal
Foto David Fernandez Loma Hermosa Monica Medina y Paola Gattal Falta de pediatras en el Hospital Bocalandro testimonio
Dras. Gattari y Medina: "El precio es altísimo"
Paola Gattari estudió 8 años de Medicina, hizo 4 de residencia, uno más de jefatura de residencia y 3 de hemato-oncología infantil. Tiene 38 años y dos hijos, y su logística laboral es así: por su trabajo en el Hospital Bocalandro, en Loma Hermosa, gana, con los descuentos obligatorios, unos 12.000 pesos (la niñera que le cuida a los chicos gana 6.000). Por eso atiende también a nenes con cáncer en el Hospital de San Justo, cubre una suplencia en la unidad de trasplante de médula del Hospital Gutiérrez, y los domingos es médica a domicilio para una prepaga durante 12 horas.
En el Bocalandro el servicio de Pediatría está cerrado. Y hacer las guardias entre los que quedaron es duro: “Hace poco llegó un bebé atragantado y, como no hay terapia intensiva, tuve que salir corriendo a rogar que lo atendieran en otros hospitales. Y dejé el hospital vacío”, cuenta. Vacío: cuando este hospital se inauguró como “materno-infantil”, en 1996, había 21 pediatras. Cuando no hay nadie y llega una urgencia, ayuda el que está: un traumatólogo, un clínico, un anestesista.  El déficit de médicos, además, deja servida situaciones de violencia: “Cuando un padre me quiere tirar la puerta abajo porque no atiendo primero a su hijo, yo también me pongo agresiva. El precio de quedarme en el hospital público es altísimo, me estoy arriesgando todo el tiempo”, dice.  A su lado está Mónica Medina, 60 años recién cumplidos. Trabaja acá desde que se inauguró y ocupa un cargo de jefa, “pero de palabra, todo por el mismo precio: 15.000 pesos”, cuenta. Con su experiencia, uno podría imaginarse a una médica consagrada, pero hasta noviembre cubría sola 24 horas de guardia los domingos.  Mónica mira las puertas remachadas y las salas vacías. Sabe que para que algo cambie necesitan más presupuesto, pero el de este año ya se aprobó: es el mismo que tenían. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario